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Mostrando entradas de marzo, 2024
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  “Bájese de ese bus” Quiere decir que ese bus no lo va a llevar a donde quiere ir. Una expresión popular, sí, y mucho; pero no por esto carente de sentido, sobre todo cuando en la búsqueda del desarrollo de algún proyecto personal —de la dimensión que sea— vamos por la ruta equivocada o descubrimos que hemos entregado a otro la posibilidad de que se realice. También aplica para cuando nos damos cuenta de que debemos, por las circunstancias, revaluar eso que deseamos hacer o que hemos hecho durante mucho tiempo para determinar qué tanto nos aporta o no el dejar de hacerlo y, en términos de esfuerzo, cuanto nos cuesta seguir. En cualquiera de los dos casos, al bajarnos del bus hay que buscar otra ruta, si la hay, o plantearnos una propia; pero ocurre, y con más frecuencia de lo que creemos, que en el vacío de rutas preferimos abandonar la carretera y desechamos cualquier oportunidad que tendríamos de continuar plena y activamente durante el viaje. La ruta equivocada, o la meta
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  La eterna herida —No es sencillo, no, no lo es; pero no significa que sea imposible. Eso es lo que escuchamos cuando se nos invita a superar algún daño con el que hemos cargado durante la vida. ¡Qué cansancio!, al parecer siempre andamos superando taras, errores cometidos, sin querer, por otros que han sido igualmente dañados; pero que en su ejercicio de vida “han hecho lo mejor que han podido”. Bueno, ocurre que unos tenemos más taras emocionales que otros y tal vez por esa misma razón recibimos más reclamos y por ende reclamamos más. Somos unos ruidosos reclamando, en diferentes formas —con la palabra, la actitud, los gestos o…—, que se ha cometido un error en nosotros. El tema es que ese nosotros es enorme, porque no habla de unos sino de todos; es decir, de la humanidad en general, que no es un producto terminado por más que su historia sea larga, sino por terminar: vivimos para descubrirnos y formarnos, y es en ese proceso donde manifestamos el error, la eterna herida, y
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  Personas como campos minados —Camina despacio, habla bajito, mira con timidez y mucho cuidado con lo que dices porque en cualquier momento la situación puede estallarte en la cara. Este mundo de relaciones parece un campo minado, cualquier palabra, gesto o acción pueden detonar sin más un encuentro incómodo. Vas por la vida siendo lo que eres, dejando en tus palabras y acciones una evidencia de lo que eres, y por más inofensivo que parezcas, en un segundo, con la persona acertada, pero en un momento equivocado, se desata un estallido emotivo del cual te acusan. Hay personas que parecen detectores de minas: por su posición —si tienen alguna autoridad—, por lo que representan, o simplemente por su forma conciliadora de entender la vida, que los convierte en blanco de reclamos y exigencias, como si por cualquiera de las características anteriores se despojaran de su cualidad de humanos y adoptaran un aura de quien todo lo sabe y, como todo lo sabe, debe de saber que hoy no amaneci