De “ocurrencia”
dice la Real Academia Española que es una
idea inesperada, un pensamiento, dicho agudo u original que ocurre en la
imaginación. La verdad es que no sé dónde más puede ocurrir sino es en la
imaginación… pero, bueno, intento ser original en esto y no porque lo que vaya
a escribir no se haya dicho o pensado por otros en ese tremendo mundo que es la
imaginación —de eso estoy segura—, sino porque pretendo que sea espontáneo sin
estar sujeto a la forma y a la norma que tanto le restan al impulso creativo cuando
queremos poner por escrito eso que se nos
ocurre.
Así, en más o
menos de 1800 caracteres me doy la licencia de escribir lo que se me ocurre; tal vez ocurra que en un
encuentro de ideas espontáneas —aunque no originales— coincidamos. He usado a propósito
ocurrencia y ocurrir, porque ambas palabras comparten el germen de la idea o del
evento; ambas se implican: una puede dar origen a la otra.
La vida está llena
de ocurrires[1],
pero no siempre extraemos de ellos alguna idea, a veces nos pasan sin que nos enteremos
y en el recuento de lo que hacemos durante el día —si es que hay tal recuento—
caemos en el sonambulismo de creer que eso que me pasó-ocurrió no se diferencia
mucho de lo de ayer. Entonces acumulamos una lista enorme de “lo mismo” cuando
con un poco de atención podríamos ver la diferencia que hay entre uno y otro,
solo que esa diferencia no está en lo que ocurre sino en lo que “nos pasa”—como
efecto— cuando ocurre.
Y es justo en ese “nos
pasa” donde surge la idea inesperada, el
dicho agudo u original, porque entre más nos entrenemos en esto de vernos
en lo que nos ocurre, más rica será nuestra imaginación que es donde el mundo
se hace grande y que, por esa misma cualidad de grandeza, no tiene espacio para
la rutina, para el sonambulismo.
Comentarios
Publicar un comentario