¡Silencio!

Suena absurdo que inicie este texto de ocurrencias con la palabra silencio justo cuando empiezan las fiestas decembrinas en las que el ruido impera. Un ruido extraño cargado de gozo, afán, disfrute y, para muchos, de la terrible nostalgia. Porque la nostalgia es una clase de ruido asentado en el pensamiento y lleno de emociones la mayoría de las veces dolorosas.

Hay quienes se dan licencia por estos días para extrañar no solo a quienes ya no están, sino también al que fueron, a las formas como celebraban, al gusto que sentían con las manifestaciones de la navidad. Y es ahí cuando el disfrute, que puede ser nuevo, se diluye en el recuerdo y corremos tras la tradición intentando llenar el “espíritu” con las emociones experimentadas por “aquellos días”. Cada vez estamos más lejos de esos momentos y al no poder revivirlos, con la intensidad que queremos, el ruido de la nostalgia se vuelve reclamo, tristeza, y lo que debería ser gozo —eso es lo que se proclama— termina por ser dolor.

Sucede que los acontecimientos por sí solos no producen nada, somos nosotros los que dotamos de sentido y significado lo que nos pasa. Si lo pensamos bien, en diciembre no tendría que pasar nada que no pasara en otro mes; sin embargo, sentimos que nos pasa de todo porque en el ambiente hay un ruido que reclama una disposición especial para festejar, para encontrarnos —así queramos estar solos—, y por inercia o presión nos vemos arrastrados por ese mar de emociones que a veces nos sobrepasan, entre ellos el de la nostalgia.

Se me ocurre que en medio del ruido de estos días sería bueno tener una poderosa disposición para el silencio, que no es más que escuchar lo que estamos dispuestos a dejar entrar en nosotros; es decir, plantearnos la forma cómo nos unimos al ambiente que nos rodea.

Estar en silencio no significa aislarnos, sino entrar en el ruido sin perdernos en lo que nos reclama el ambiente, que incluye las más diversas formas de exceso, entre ellos el de la nostalgia[1] que, como he dicho, impide el goce nuevo.

PD. Y, como voy a entrar en modo silencio, nos leeremos en este blog en enero. Felices fiestas.

[1] Debería ser sospechoso que en las emisoras aún suene la misma música de hace 50 años y más, eso es mucho tiempo para recordar con una carga emocional poderosa; pero fácil de vencer si entramos en el silencio.

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