Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2024
Imagen
  ¡Incómodo!, francamente incómodo He acumulado una larga lista de situaciones que me incomodan y que logran irritarme, lo que es lo mismo, hacerme pasar un mal rato. Por fortuna muchas de ellas las he convertido en posibilidades; es decir, que aunque se puedan presentar me he blindado de alguna manera para no permitirles dañarme y, en mi daño, dañar a otros. Y no es que tenga un espíritu manso de esos que permiten que todo les suceda sin protesta; si fuera así no me daría cuenta de la incomodidad que me producen ciertas situaciones —ruidos fuertes, zapatos apretados, largas esperas, fatiga por hambre, etc.—, sino que me he dado cuenta de que el estado de irritación me ha dañado más que la misma incomodidad. Sobre todo en situaciones transitorias, como cuando quiero hacer una siesta y al voceador de “las mejores frutas y verduras que hay en la ciudad”, con su parlante a un volumen extravagante, le da por detenerse bajo la ventana de la habitación. Y como esa hay otras, creo que par
Imagen
  Lea y siga las instrucciones, después confronte si es lo que quiere Nos dicen qué hacer y cómo hacerlo, sencillo, solo se trata de leer, no es más que eso y sin embargo pasamos por alto datos que serían importantes y que nos ahorrarían el esfuerzo inútil que en ocasiones le agregamos a las cosas. Existe una cierta inclinación a saltarnos los pasos, a interpretar sin leer lo que tenemos qué hacer, y es ahí cuando el asunto no funciona bien o no funciona nunca. Al parecer no es más que un tema de permitir que otros nos guíen, que nos ofrezcan lo que saben, de escuchar y leer sus experiencias, sus propios manuales y luego de hacerlo entrar, ahora sí, en la interpretación, en la valoración de eso que se nos dice y confrontar desde nuestra propia experiencia lo que nos sirve o no del manual. Leer es un acto que guía todo, pero hemos mal aprendido que la lectura solo se refiere a códigos escritos. Decimos que no somos lectores porque no tenemos un gran inventario de libros leídos; pe
Imagen
  Lo que nos inspira ¿Qué es eso de inspirar? Cuando leo y repito la palabra me suena rara, la siento petrificada en el lenguaje como un acto inconsciente que da por sentado su existencia. En la respiración, inspirar es tomar aire y su sinónimo es aspirar; en otro contexto la primera significa infundir ideas o afectos, también sentirse motivado por algo y eso puede llegar de la segunda, es decir, de la aspiración que es desear o querer. Me gusta esta relación del verbo —que es acción— entre tomar aire e infundir aire, que sería lo concerniente a las ideas o afectos. No podríamos vivir sin la inspiración del aire, pero parece que sí podemos pasar por alto eso de inspirar ideas o afectos. Respirar no exige concentración, ni siquiera requiere de un propósito o intención, pero inspirar al otro nivel nos exige estar atentos a lo que esperamos hacer con ese aire que entramos a nuestro cuerpo, que hace que podamos “ser” [1] . Parece que eso de ser es sencillo, pero lo que hacemos con ese “ser
Imagen
“¡Eso a mí no me pasa! [1] ” —Tal vez no te pase, pero me está pasando a mí y por eso te lo cuento, lo que menos quiero es que me estregues en la cara lo bien que te sientes justo cuando me siento mal. Eso es lo que nos deberían responder cuando alguien acude a nosotros a contarnos su malestar, y de golpe, por nuestra incapacidad de entrar en contacto con su padecimiento, le decimos con toda sinceridad —en palabras resumidas— que no le entendemos porque eso a nosotros no nos pasa o ha pasado. Pero ¿es que para entender la situación del otro tenemos que haberla vivido o tendríamos que imaginarnos en ella? El miedo a vivir lo que es una realidad para el otro parece que es lo único que nos llevaría a ser comprensibles. Sin embargo, como no todas las veces tenemos ese miedo, o consideramos que eso a nosotros no nos va a pasar, cometemos el error garrafal de exhibir lo bueno que somos o vivimos. Al parecer nos da dificultad entrar en la situación del otro sin ser nosotros; es decir,