Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2023
Imagen
  ¡Estas ganas de descansar! Poner en pausa el cuerpo y la mente ante las presiones cotidianas, ante la fatiga que implica la rutina o tener que cumplir un horario, ¿cómo se logra eso? Quedándonos quietos o cambiando de escenario. Pero ocurre que ni la quietud física ni el cambio de escenario son garantía cuando seguimos siendo nosotros, cuando ante la quietud física llevamos el acostumbrado parloteo mental, o ante un cambio de escenario seguimos pensando en el mismo lugar del que salimos por un tiempo. Para descansar de los escenarios y haceres acostumbrados se requiere deshacernos [1] de nosotros, porque es ahí donde radica el mayor cansancio. ¿Para qué ver una playa si no nos dejamos atrapar por ella?, ¿para qué simular un reposo físico si ni siquiera escuchamos nuestra respiración, desesperados por retornar al movimiento? Hay quienes dicen que la enfermedad es un reclamo del cuerpo para que sea atendido, tal vez es la forma más extrema de decirnos: ¡detente! Pero aún en la enferme
Imagen
  Pasión… Cuando nos domina la pasión, pero no como un sentimiento fuerte hacia otra persona sino hacia nosotros mismos, conservar el equilibrio es algo difícil. Apasionarnos con nosotros es interesante cuando de cuidarnos se trata, cuando de saber que tenemos un espacio personal con límites que nos protegen; también para establecer que este cuerpo que nos conforma es valioso y por eso debe ser arropado y consentido. Cuando la pasión nos lleva a asumir un compromiso con nosotros, poniendo todo el esfuerzo necesario para cultivarnos, resulta muy provechosa; sin embargo, se vuelve peligrosa cuando esa misma pasión nos aísla al pretender negar la existencia de los otros. Al otro se niega de muchas formas y tal vez la más conocida es atacar o ignorar sus ideas y puntos de vista, situación que por lo general creemos que afecta al silenciado, pero que en el fondo se convierte en una autoagresión con consecuencias importantes. El dominio de la pasión es la emoción y no la razón. Una d
Imagen
  Desde hace algún tiempo vengo cuestionando todos los deberes que me he impuesto, porque eso de hacer lo que te dicen tiene una aplicación natural en cierta edad —obvio estás aprendiendo—, pero cuando ya tienes suficiente edad, entendida como acumulación de experiencia y conocimiento, si sigues haciéndolo es porque lo has asimilado incorporándolo a tu naturaleza. Tenemos una historia que nos pesa, plagada de deberes en los que se incluye el cómo debemos ser sin que se nos haya dicho qué es lo que somos . Se nos lanza a la vida para descubrirlo, pero ¿si lo hacemos? En algún momento la pregunta por lo que somos nos acosa, pero por lo general nos conduce por el camino de lo que hacemos, y pretendemos que con la suma de eso que hacemos obtengamos una idea completa de lo que somos; lo que termina por ser un gran error: está bien demostrado que los haceres cambian, que en cualquier momento somos despojados de los títulos que nos hemos empeñado en sostener. Así que algo que es mudable n
Imagen
  “Eso de ser”, entendido como algo a lo que nos dedicamos, es una marca que termina por identificarnos. Para ser ese algo requerimos algunas veces certificados, largos periodos de estudio o una ocupación prolongada.  Hacemos muchas cosas que nos identifican con lo que somos, tal vez por eso suena tan destemplado cuando alguien pregunta: Y tú ¿a qué te dedicas? Nunca he podido responder a esta pregunta con más que: ¡A tantas cosas¡, y es porque pienso que todas son importantes. Esa respuesta no gusta mucho, porque esperan que nombres la más relevante, con la que te identifiquen más; es decir por la que te reconocen los otros. Pero ¿quién en medio de tantos haceres nos define en una actividad determinada? Por estos días, durante una entrevista, me preguntaron quién me había dicho que yo era escritora, algo así como quién me había definido como tal. Dudé tanto para responder que la entrevistadora tuvo que ayudarme y al fin le respondí —aunque no fui totalmente honesta— que habían s
Imagen
  A propósito de la lectura de "El señor presidente" de Miguel Ángel Asturias. ¿Qué es peor: estar desinformado o estar mal informado? Saber lo que se dice no es tan problemático como creer en lo que se dice. Dar por cierto un dato y hacer de ese dato algo indiscutible es un riesgo que corremos muy a menudo, sobre todo si de quien lo escuchamos tiene alguna autoridad o poder que le hemos concedido. Porque eso del poder es algo que otorgamos, bien porque consideremos que el otro sabe y es digno de nuestra confianza, porque tiene una gran representación social desde la imagen o porque ejerce una fuerte presión desde el temor. En cualquiera de estas circunstancias —habrá más que no tengo en cuenta— creer en lo que se nos dice sin que medie la reflexión es siempre un riesgo al que estamos sometidos. Parece que dudar es algo que no está permitido. Y resulta tremendamente peligroso que siempre estemos buscando certezas sin que importe sobre qué se sustentan, o que este sust