¡Estas ganas de descansar!

Poner en pausa el cuerpo y la mente ante las presiones cotidianas, ante la fatiga que implica la rutina o tener que cumplir un horario, ¿cómo se logra eso? Quedándonos quietos o cambiando de escenario. Pero ocurre que ni la quietud física ni el cambio de escenario son garantía cuando seguimos siendo nosotros, cuando ante la quietud física llevamos el acostumbrado parloteo mental, o ante un cambio de escenario seguimos pensando en el mismo lugar del que salimos por un tiempo.

Para descansar de los escenarios y haceres acostumbrados se requiere deshacernos[1] de nosotros, porque es ahí donde radica el mayor cansancio. ¿Para qué ver una playa si no nos dejamos atrapar por ella?, ¿para qué simular un reposo físico si ni siquiera escuchamos nuestra respiración, desesperados por retornar al movimiento?

Hay quienes dicen que la enfermedad es un reclamo del cuerpo para que sea atendido, tal vez es la forma más extrema de decirnos: ¡detente! Pero aún en la enfermedad estamos anhelando la salud que perdimos por nuestra desatención.

Se me ocurre que hemos aprendido mal[2] eso de que el cansancio viene de afuera, que son las presiones que recibimos las que nos cansan, como si no tuviéramos ningún dominio sobre ellas; somos unas víctimas y como tal actuamos, queremos mandar lejos cualquier forma que sintamos como amenaza porque de nosotros no nos queremos deshacer; es decir, cambiar no es la estrategia que queremos utilizar, aunque sea la más acertada. Está bien demostrado, solo basta hacer la prueba, que el equilibrio es una responsabilidad personal y que nada puede alterarlo si no lo permitimos.

Somos unos ocupados y preocupados, algo que entiendo como estar llenos de ideas que incluyen no solo acciones creativas positivas y estimulantes; sino también temores y obligaciones; de ahí que para que haya descanso primero hay que desocuparnos de lo que hemos aprendido mal, y comenzar a ocuparnos con mejores y más liberadoras formas para enfrentar los haceres, y darle así un nuevo significado al descanso.



[1] Descomponer para entender.

[2] Hemos aprendido mal lo que se nos ha enseñado mal. Hemos empezado por el afuera con un débil adentro.

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