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Mostrando entradas de enero, 2024
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  Modular la visión para modular el lenguaje Hace muchos años alguien me dijo que uno veía lo que quería ver. Eso lo he escuchado tantas veces y en tantísimos escenarios que la afirmación —que además me parece cierta—, corre el peligro de convertirse en un cliché. Desgastada la expresión, el sentido se diluye o termina por acomodarse según las necesidades de quien la dice; y eso es mucho más peligroso. Comprobar la veracidad de la afirmación es de lo más sencillo, basta con reunir a dos o tres personas alrededor de un tema para verificar de qué forma ven esos tres el mismo asunto. Pero la cosa no termina ahí, porque para ver el asunto de una manera determinada tiene que existir también una forma de estar en la vida que atraviesa todo lo que nos ocurre, y con ese estar es con el que medimos y formulamos nuestras hipótesis y encaramos nuestras realidades. Por ejemplo, ¿hay algo que desaliente más que escuchar la expresión: “este mundo es horrible”, con la consiguiente argumentación
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Pasar invictos No queremos hacer la fila. Cuando llegamos a algún lugar y está lleno de gente y calculamos que somos el número 59 de la fila creemos que hay algún error. No, esa no debe ser nuestra fila. Alguien nos cuida el puesto y vamos a preguntar tan solo para confirmar que sí, que tenemos que esperar como cualquier otro, que la única equivocación es la idea de que debería ser fácil porque se trata de mí. Hay algunas filas que al terminarlas nos conducen a otras con igual número, e inclusive más, y cuyo resultado es negativo porque lo que necesitábamos no estaba allí, o simplemente la espera no se equiparó con el logro: era solo un sello y conseguirlo llevó cinco minutos. He hecho filas muy largas y dos o tres preguntas inútiles, así que me he entrenado bien en eso; pero aún sigo viendo a algunos que se sienten atropellados por las filas, que pasan de mano en mano pidiendo que les den el puesto porque “tienen mucho que hacer” o “alguna cita urgente”, de alguna forma pretende
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  Aburrido/aburrimiento [1] /aburrirse La palabra es pesada, lo sé, así la siento. Me suena rara y tuve que ir a su origen para comprender de dónde se la habían sacado para significar lo que significa. En el diccionario de etimología de chile dice textualmente: “La palabra “aburrir” viene del latín abhorrere la cual también dio luz a la palabra “aborrecer”. Abhorrere está compuesta de ab (sin) horrere (ponerse los pelos en punta). “Horrere” es la génesis de palabras como: Horror y Horrible. Entonces podemos entender que aburrir es algo que no te asusta y no te pone los pelos en punta.” Así que, si me siento aburrido es porque nada me produce espanto, como quien dice: nada me sorprende.   Estar aburrido parece algo inofensivo. Nos aburre un programa de televisión, una conferencia, ciertos eventos o personas; pero el tema es pasajero y fácil de controlar. Mas cuando se vuelve reiterativo se prenden las alarmas y el estado de falta de espanto es renombrado por algo que termina sien
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  Ese asunto de las promesas Prometer algo es un tema peligroso en el que se juega con las expectativas de quien promete y con las de quien recibe la promesa. Se promete con la convicción y la fuerza del momento, pero nadie garantiza que esas mismas fuerzas nos acompañarán al momento de cumplir lo prometido. Hay mucha letra menuda que por la emoción del momento nos negamos a leer, porque cuando se promete va detrás el logro de un objetivo que nos ciega y evita que atendamos las variables que pueden afectar nuestro camino. Se promete en función de un futuro con la emoción y las circunstancias que tenemos en el presente; pero es bien claro que emociones y circunstancias cambian. Embargamos en una hipoteca abierta nuestras disposiciones futuras con el consabido riesgo de quedar mal y, dependiendo del cobrador —hay unos cobradores terribles—, cargaremos con el sino de ser incumplidos por el resto de nuestras vidas. Se me ocurre que eso de estar prometiendo —o prometiéndonos— debe ser
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  De lo que puede pasar Cuando era niña jugaba al “lobo está”. Me recuerdo con tres o cuatro amigas huyendo de un lobo que habíamos elegido previamente y cantando la canción que nos ubicaba en el bosque donde podíamos jugar mientras el lobo se preparaba para salir; pero al final hacíamos la pregunta: ¿lobo está?, y era justo en ese momento cuando salía a perseguirnos. La idea era huir de él, pero el juego tenía sentido si al final atrapaba a una que luego se convertía en lobo. Era emocionante eso de huir del lobo, de jugar en medio del peligro y de la certeza de su existencia.   Ese lobo se me parece mucho a la incertidumbre con la que nos enfrentamos día a día: sabemos que las situaciones adversas están allí, que nos acechan, que pueden alterar nuestros planes y no obstante salimos al bosque a enfrentarlas con la idea de poder huir de ellas o de no ser vistos ni tocados por lo menos por un buen tiempo. Pero también ocurre que andamos algunas veces desprevenidos o confiados y cua