La palabra es pesada, lo sé, así la siento. Me suena rara y tuve que ir a
su origen para comprender de dónde se la habían sacado para significar lo que
significa. En el diccionario de etimología de chile dice textualmente: “La
palabra “aburrir” viene del latín abhorrere la cual también dio luz a la
palabra “aborrecer”. Abhorrere está compuesta de ab (sin) horrere
(ponerse los pelos en punta). “Horrere” es la génesis de palabras como:
Horror y Horrible. Entonces podemos entender que aburrir es algo que no te asusta
y no te pone los pelos en punta.”
Así que, si me siento aburrido es porque nada me produce espanto, como
quien dice: nada me sorprende. Estar
aburrido parece algo inofensivo. Nos aburre un programa de televisión, una
conferencia, ciertos eventos o personas; pero el tema es pasajero y fácil de
controlar. Mas cuando se vuelve reiterativo se prenden las alarmas y el estado de
falta de espanto es renombrado por algo que termina siendo patológico.
Pero el tema es que ahora —o siempre— cualquier clase de aburrimiento
parece patológico porque tenemos tantos estímulos, tantas oportunidades de entretención,
de callar el vacío al que nos lleva el aburrimiento, que lo que nos sorprende es
que haya personas que no puedan —o quieran— sorprenderse. La regla es estar súper
activo, en estado de alerta-sorpresa, y la excepción es el silencio, la quietud
y la abstracción.
Se me ocurre que el aburrimiento es un recurso al que no tenemos que
huirle, aunque en su presencia nos sintamos o nos hagan sentir inadecuados;
porque ese es otro temita complicado: a la gente aburrida no la quiere nadie. Se
nos dice que tenemos que estar en la mejor disposición para el otro; pero y
quién dice cuál es la mejor disposición. No hay nada que aburra más que, por
complacer “la demanda”, hagamos lo que no queremos hacer.
[1]
Aburrimiento es cansancio por falta de estímulo
o distracción, o por molestia reiterada. https://dle.rae.es/aburrimiento.
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