¿Qué es lo que ves cuando ves la ira en alguien?

Intensidad, alto voltaje, tal vez el más alto.

No toleramos la ira ni en nosotros ni en nadie, y sin embargo todos pasamos por algún episodio de ira durante nuestra vida. Habrá quienes digan que no, así como habrá otros cuya escala de episodios se supera así misma con más frecuencia de la que quisieran.

Ante un ataque de ira mana una poderosa e irracional fuerza que está por encima de toda palabra que pretenda apaciguarla, de toda consideración, de toda regla. Es una fuerza que se alimenta, sostiene y se agota por sí misma cuando encuentra la forma de expresarse: un grito o muchos, lanzar un plato o toda la vajilla…

La ira es violenta porque su alimento es la violencia.

No hay ira inofensiva, todo ataque de ira responde a un sentimiento de agresión interior que pugna por salir, por manifestar la profunda incomodidad que siente. Cuando veo la ira en alguien, veo dolor, sufrimiento, historia, cansancio, desaliento, desesperanza… La ira como un recurso de autopreservación, como reacción ante la percepción de algo injusto que nos está ocurriendo.

No es bonito sentir ira, tampoco verla y mucho menos causarla; pero se me ocurre que es peor negarla, suprimirla o adornarla en función de conservar la compostura, que es como llenar de flores el cráter de un volcán. Hay demasiada incomprensión ante la ira, ante quien la expresa; por lo general se le juzga y acusa. Nos quedamos colgados de la emoción sin ahondar en las razones; así, lo que se reclamaba es silenciado de nuevo.

Tal vez solo se trate de reconocer la ira en nosotros y en los demás, la capacidad destructiva que tiene, pero también creativa en la medida en que pone en evidencia un largo malestar que debe ser atendido y modificado si es el caso.

El tema es complejo, lo sé. Es solo que la noche del domingo me despertaron los gritos de una mujer que reclamaba su libertad, que exigía que la dejaran ir… Esas cosas también se pueden escuchar de día, pero tal vez impresionen menos.

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